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Marga en la isla.


Es una tarde de verano.

Tú hablas de que las noches son extrañas en las islas. Yo pienso de repente -no sé por qué- en la casa de Marga Gil:

la torre cerca de la autopista y el desorden salvaje del antiguo jardín abandonado. Empiezo a contarte esa historia, la manera en que aún sigue dentro de mí y tú dices: -Como alguien que anda junto a un río y tiene sobre su piel la sombra de los árboles. Estamos en el año 1932 y Marga se enamora de Juan Ramón Jiménez. Es una chica oscura. Hay un túnel que une su corazón y el ruido de los bosques. Un día entra en la casa. Un día escribe ya nada me separa de ti, salvo la muerte. Luego, todo se termina. Casi podemos verlo: 28 de julio; el cielo es muy azul; puede que unas palomas se escapen del jardín al oírse el disparo. Ahora los dos estamos en silencio. Tú mirasl a playa, la marea, el sol rojo lo mismo que una fuente en donde un asesino se ha lavado las manos. Yo pienso en Marga Gil. Pienso en su miedo de esa forma en que a veces ves a un hombre que huele una rosa, imaginas cómo esa rosa crece hacia dentro de ese hombre, lo invade poco a poco con su aroma dulce y enfermo. Mucho tiempo después yo entro cada mañana en esa casa, bajo al desván, me muevo por los cuartos vacíos, subo a la torre que veré más tarde, desde un hotel de Nueva York, un díade lluvia en Buenos Aires, un verano en el puerto de Barcelona. El mundo es un lugar muy frío. En el fondo del agua se oye cavar las tumbas. Hay terrazas sin sueño donde el viento devora lentamente los restos de la noche. Tú y yo lo comprendemos. Es un viento que viene del mar, un viento frío que llena el corazón de pequeños arpones y de niños ahogados. Es un viento que dice: -No se puede salir de una casa vacía. Todo lo que ha ocurrido alguna vez ocurre para siempre.

Marga Gil en la isla. Benjamín Prado.

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